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LILA
Nikolaï se levantó del sillón de lectura.
- Andreï, salgo a dar un paseo, vuelvo enseguida necesito, aire. -- Andreï. ¿Me oyes, Andreï? Salgo a pasear.
Nikolaï oyó pequeños pasos arrastrándose y picando de puntera que se iban acercando a la biblioteca. Apareció Andreï a través del marco de la puerta abierta, asintió levemente sin casi darle importancia y se fue repiqueteando con los pies.
Nikolaï arrugó el entrecejo ante Andreï pero asumió que no obtendría ninguna otra respuesta, se giró para levantarse de la mesa y, caminando enérgicamente, cogió el abrigo de la percha, con fuerza, sin esperar que estuviera descolgado del todo, salió de la biblioteca sin cerrar la luz ni la puerta, cerró los ojos y mientras se dirigía a la salida contó los segundos hasta oír el sonido de la percha al caer al suelo de parquet. Se abotonó el abrigo ya en la salida esperando que Andreï levantaría una ceja sobresaltado por el golpe de la percha.
Caminaba por una amplia avenida de tres carriles vacía de coches con una valla oxidada pero firme que daba a un hermoso parque en penumbra a esas horas. La avenida estaba iluminada por farolas de bombillas intermitentes y recubiertas de propaganda política troceada y descolorida por el tiempo, que debía de haber sido arrancada y vuelta a pegar infinidad de veces. Cada farola parecía un collage único y Nikolaï buscaba vestigios de los más antiguos y a veces encontraba auténticas reliquias de tiempos pasados.
-¿Has encontrado alguna propaganda nueva por descubrir, Nikolaï? – Nikolaï no levantó la mirada de la farola, sabía quien era y respondió amablemente.
-No, pero estoy seguro que los restos lilas de aquí deben ser de los neo-izquierdistas del 65, tenían una iconografía lila, si mal no recuerdo.
-Sí, creo que sí, pero con tan poca luz, tal vez no sea del mismo tono. A veces la luz nos engaña, Nikolaï.
Nikolaï siguió caminando hacía la siguiente farola, a unos 15 metros de la anterior.
-Mira Nikolaï, hoy hace una noche clara se puede ver hasta el barrio de Kírov, poco iluminado por cierto.
-Sí, ya me he fijado, hay ciertas zonas que no están iluminadas parece que se ha vuelto a joder el transformador del sector 3.
-Que mierda de transformadores; nunca funcionan más de un mes seguido. ¿Te acuerdas de Pável, el tonel? Era técnico en electrónica, seguro que en sus manos, esas piezas de museo, esos transformadores, aguantarían hasta dos meses seguidos. Aunque no creo que hubiera podido entrar por la puerta de la central transformadora estaba gordo como un oso polar.- ¿Te acuerdas de Pável, Nikolaï?
-Me acuerdo de Pável.- Sonrió Nikolaï. -Tenía buenas manos para los cacharros eléctricos.
-¿Te acuerdas cuando Valeria le obligó a citarse con ella y para no acudir se emborrachó tanto que estuvo tres días de resaca, inconsciente, tumbado en la cama? El muy zoquete tímido. Valeria estuvo a su lado los tres días de resaca con vestido de fiesta con la chaqueta puesta por encima sin pasar los brazos. Parecía que llevara una capa, ni se cambió. Valeria lo explicaba a menudo y nos reímos durante años, de esa anécdota. Pável siempre decía que lo repetiría para que Valeria estuviera con el, tres días más, vestida con un buen escote.
-Sí, Valeria quería mucho a Pável. Nunca superó su muerte ni la entendió.
-Dicen que Valeria lloró sangre en el despacho del teniente de la geztapo responsable de la prisión cuando oyó a los fusileros disparar; pero seguro que exageran, la gente no llora sangre, a lo mejor con el llanto se le corría el maquillaje y daba esa sensación.
-Puede ser. – Respondió Nikolaï – Valeria murió poco después, se suicidó, aunque muchos piensan que fue el stablishment el que dispuso su muerte. Pero no fue así, se suicidió.
-Sea cierto o no, la gente es lo que cree que sucedió y eso es lo que cuenta. Cualquier cosa con tal de acabar con el comandante. Valeria, la que lloraba sangre, dice el pueblo, murió por culpa de Jarjev. Mejor así, el derrocamiento está cerca.
Nikolaï no respondió y siguió caminando hacia la siguiente farola sin mirar atrás.
-Te siguen cuatro hombres, Nikolaï. ¿Lo sabes?
-Siempre que salgo me sigue la geztapo – dijo mientras buscaba algún recuerdo en la farola que tenía delante sin prestar atención a los agentes de la geztapo.
-No hables alto, Nikolaï, pueden acercase si te ven hablando a estas horas por la calle.
-No creo que lo hagan, nunca se acercan a más de tres farolas, lo tengo comprobado. Además no les voy a dar oportunidad, se hace tarde, voy a volver, empieza a refrescar.
-¿Has visto la foto del comandante Jarjev, Nikolaï? La nueva foto de propaganda política, la del cartel encima del hotel Sepova; parece que está sorbiendo sopa. El pueblo empieza a llamarlo el comandante sopero. Podrían poner un slogan : La buena sopa solo la sorbe el comandante.
-No está mal el slogan, pero lo van a mejorar, estoy seguro, el pueblo buscará un slogan mejor, siempre lo hace.
Nikolaï había vuelto al punto de partida. Empezó a subir las escaleras hacía la puerta del edificio apoyando los pies por entero en cada escalón y dando pequeños impulsos rabiosos con los brazos para equilibrar el cuerpo.
-¿Volverás mañana, Nikolaï ? – Me refiero a pasear. ¿Volverás mañana a pasear?
Nikolaï no se detuvo, no pudo hacerlo.
-Sí, seguiré saliendo cada noche, como siempre. – Y siguió subiendo los escalones.
-Nikolaï acuerdate de Pável y de Valeria, se lo merecen. Por cierto, Nikolaï, Andreï no tiene la culpa y la percha menos.
Nikolaï no respondió. Acabó de subir los escalones y entró en el edificio. Siguió caminando por el pasillo principal, observando las habitaciones con las puertas abiertas, vacías, sin nadie. Llegó a la biblioteca y se sentó en el sillón con el abrigo aún puesto.
-Andreï, acude aquí por favor- Llamó.
Al momento se volvieron a oír los pasos con repiqueteos de las puntas, esta vez acompañados del tacón.
- ¿Qué desea el señor?
-Llama a Petrov. Quiero que mañana a primera hora estén el fotógrafo y el barbero aquí.
-Como desee el señor.
-Quiero cambiar la foto del Sepova, quiero que ponga comandante Nikolaï Jarjev y no solamente Jarjev
-Muy bien mi comandante. ¿Una taza de café antes de dormir, señor?
Nikolaï ni siquiera escuchó la pregunta, solo se fijó en la percha, estaba en el suelo, no pregunto porque seguía así, no le importaba.
R.B.F
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